viernes, 30 de noviembre de 2012

RELATOS DE JULIANA ESPINOSA VALLES ( Mi mama )

RELATOS DE JULIANA ESPINOSA

1º RELATO

EL PARAISO


La mudanza
Hace unos días nos mudamos a un pueblo muy pequeño que se esconde entre montañas, está surcado por dos ríos, uno es el Genal, otro es el que baña nuestro valle, se llama Almarchar.
Después de cuatro años buscando un lugar para vivir lejos de la ciudad y que tuviese un río lo encontramos, mi madre dice que la magia lo impregna todo, lo llama el paraíso, pero la verdad es que se llama Genalguacil.
Mis padres están abriendo cajas de la mudanza y yo me paso el día peleando con mi hermano para quedarme con el cuarto más grande, se que va a ser muy difícil porque mi hermano es el mayor. Mi hermano tiene dieciséis años y seguro que se lo dan a él, mis padres quieren que esté contento pero no lo van a conseguir dándole el cuarto porque él, lo que quiere, es irse con sus amigos a la ciudad.
Hoy he metido toda mi ropa en el dormitorio que tiene vistas al río, luego ha venido mi hermano y la ha tirado por la ventana para guardar la suya. Mi padre se ha enfadado tanto que nos ha mandado al río a sacar todas las piedras del agua para que mi madre tenga una playita.


El río
Todavía no ha llegado el invierno, estamos en otoño pero hace mucho calor, así que nos hemos puesto los bañadores y hemos empezado a sacar piedras del fondo, las vamos amontonando en un camino que estamos haciendo desde el río hasta la casa. Mi hermano no me habla piensa que la culpa la tengo yo, pero de todas formas desde que mis padres le dijeron que nos veníamos a vivir aquí siempre está enfadado y se porta mal con todos.
En la orilla, al otro lado del río, hay un árbol muy extraño parece muy viejo, tiene tantas raíces arriba y abajo que parece estar lleno de serpientes, cada vez que cojo una piedra al levantar la cabeza lo miro, tengo la sensación de que algo se mueve por encima de el. Ya llevamos un buen rato sacando piedras y mi hermano me ha dicho que se larga, así que yo voy a ver lo que tiene el árbol encima.

El árbol
Al acercarme, me he dado cuenta de que tiene manzanas por todas partes son verdes, de lejos se confunden con las hojas. Intento trepar para coger una pero uno de mis pies se ha enganchado y no puedo moverme. Tiro muy fuerte una de las raíces sube por mi pierna, he conseguido agarrar una manzana y saltaré con todas mis fuerzas.
¡Por fin me liberé del árbol!. Casi me combierto en una raíz.
Es impresionante lo grande que es, estoy de pie, miro hacia arriba y no alcanzo a ver la copa del árbol. Es un árbol extraño le salen raíces, ramas y frutos por todas partes.
La manzana
Ya queda poco para terminar el camino de piedras, he subido en una gran roca que hay en medio del río y me voy a comer la manzana. Pienso en lo mucho que me gusta el
sonido del campo; el agua, los pájaros, como crujen los arboles, yo nunca oí a los arboles ahora creo que todos hablan.
Se ha levantado una brisa que trae olores a hierba mojada pero se está convirtiendo en una ventolera que me va a tirar de la roca y esta manzana no sabe a manzana, está buenísima es dulce voy a bajarme para coger otra. Miro a mi alrededor y estoy rodeado de agua, me he caído al río sin darme ni cuenta.

Los animales
El viento ha parado yo estoy escuchando voces pero no veo a nadie siento mucho miedo, hay alguien hablando detrás de mi;
---Hola, soy yo ¡aquí, mira, aquí! cuantas veces te he dicho que no tengas miedo. Me he girado otra vez y lo único que veo es una rana.

---Oye, estoy aquí y cuidado con lo que piensas soy un sapo muy gordo y viejo para que me confundas con una rana ¡sin ofender eh !
---Tu no puedes hablar aunque seas un sapo, los sapos no hablan, claro que tampoco levantan el anca derecha para llamar mi atención. Creo que no me he comido una manzana.

---Si, te has comido una manzana, es la manzana mágica del habla, cada manzana de este árbol tiene un saber en su interior, tú has cogido la que te da la capacidad de comunicarte con cualquier cosa viva.
---Entonces ¿puedo hablar con esa serpiente que sale del agua?

---¿Te refieres a mi?
---Si, ¿tu eres una serpiente, no? ¿por qué no te comes al sapo?
---Pero bueno, ¿que te has creído que somos animales?
---Si, un sapo y una serpiente.
---Escúchame hijo ¿te acuerdas cuando íbamos a la charca que había al lado de casa a ver a las ranas? ¿recuerdas lo que te enseñé? Una de las cosas más importantes y que jamás debes olvidar es que nunca hay que tener miedo y otra es distinguir un sapo de una rana.

---Abuelo, ¿eres un sapo? ¿quién es la serpiente?
---Soy tu abuela y por eso no me lo como.
---Entonces ¿cuando los hombres se mueren se convierten en sapos y las mujeres en serpientes?
---No, tengo algo que enseñarte y esta es la mejor forma de que lo entiendas; en este mundo nada es lo que parece, yo parezco un sapo pero soy tu abuelo, ella parece una serpiente pero es tu abuela.
Así será siempre en la vida, cuando veas algo siempre debes pensar que a lo mejor no es lo que parece ser.
Mira, ahí vienen tu madre y tu hermano.
En ese momento mi abuelo y mi abuela se transformaron en ellos mismos me abrazaron y se fueron.
Noté que una mano me pasaba por la espalda y me levantaba era mi madre detrás de ella venía mi hermano. Llevaban buscándome un buen rato yo estaba con la mitad del cuerpo en el agua y la otra mitad en la orilla, ellos dicen que me había quedado dormido yo no les conté nada, pensarían que estaba loco; un sapo y una serpiente que hablan.
Al final del día
Cuando iba en brazos de mi madre me acurruque en su cuello y le susurré al oído: ---¿Mamá, estamos en el paraíso?
Ella me abrazo fuertemente y me dijo;
---Si mi niño Genalguacil es el paraíso. 

2º RELATO


LA DEMANDA DE ALMAS

Ayer prescribió mi contrato, hoy al levantarme me siento libre.
Estoy en el paro tengo una casa que no puedo mantener un coche que tampoco pero me siento ligero, sin opresión en el pecho; que descubrí que la tenía en el instante que dejé de sentirla.
Hace veinte años me ofrecieron una bicoca era  una propuesta muy  por encima de mis posibilidades: vida fácil, con grandes ingresos y a cambio; poco trabajo, mucha sumisión e infinitas humillaciones, deudas morales autoimpuestas con la consiguiente dependencia.
De todo esto en ningún momento fui consciente me creía  tocado por la mano de Dios, era feliz y con una prometedora carrera, esto es lo bueno que tiene el diablo es el número uno en eso del engaño las falsas apariencias y la ficticia felicidad.
Pero llegó un día en que no pude tragar más, ya no me hacia feliz la exorbitante cantidad de dinero que recibía por simplemente estar ahí. Por algún extraño designio divino ( pienso yo) empece a ver cosas que  no me parecían bien,  comencé a sentirme mal por no haber ganado ni uno solo de los bienes que poseía y seguían aumentando.
Descubrí que solo era relleno necesario para tapar actos ilegales, descubrí que formaba parte de un circo montado para manejar dinero y poder. Todavía no entiendo ¿por qué? en un determinado momento desperté, quizás en ese momento sí fui tocado por la mano de Dios y pude ver.
Os puedo asegurar que no me gustó nada lo que vi; los que más alto llegaban eran los que menos moral poseían, vi como se compraba la justicia para sembrar la injusticia y llegó lo peor, descubrí que yo había formado parte de todo aquello durante veinte años, sin ningún esfuerzo por mi parte había comprado coches, casas, mujeres, había conocido medio mundo.
Empecé a sentir nauseas casi constantemente, me pasaba el día irritado y de mal humor no sabía lo que pasaba  vomitaba cada vez más a menudo, quería dormir y las pesadillas no me lo permitían el diagnóstico médico era siempre el mismo, estrés y la cura posible cambiar el modo de vida.
Una mañana fue la peor de todas, había pasado toda la noche sudando y dando vueltas en la cama por un sueño horrible:
En el, iba a visitar a un antiguo compañero del trabajo; en las manos parecía tener unas pequeñas tiras colgando y no pude evitar mirarlas fijamente, lo advirtió y dijo;
--- ¡ah esto!
Señalándose las manos.
---Es mi piel tengo una extraña alergia que hace que se me caiga pero no te preocupes no es contagioso, pasa por favor.
Al entrar en la casa todo era muy bonito de un blanco impoluto pero cuanto más me adentraba se iba convirtiendo en el mismísimo infierno,  le pregunté  por qué  se paraba y desaparecía a cada instante para regresar de nuevo, me contó que desde hace unos meses sufría vómitos y no conseguía cortarlos. En ese instante yo comence a sudar muchisimo y sentí unas ganas trenendas de vomitar pero cuando estaba a punto de empezar me desperté bañado en sudor y temblando. Estaba en mi dormitorio ya era de día y me dispuse a preparar el café, fui hacia la cocina y al intentar abrir la puerta sentí un dolor insoportable en mis dedos los miré y quedé  horrorizado, estaban tan rojos que parecían pintados uno de ellos había empezado a agrietarse, corrí al cuarto de baño para curármelos en ese momento decidí hacer caso a los médicos.
Me despedí del trabajo, eso fue ayer, ayer firmé mi liberta y comprendí que yo vendí mi alma al diablo en el mismo momento en que acepté la bicoca.
Durante mucho tiempo seguí las reglas de la corrupción, el mundo funciona así, al fin y al cabo todos lo hacemos pero eso es una gran mentira y la mejor jugada de nuestro amigo.
Claro está que él no es tonto, empieza poco a poco; primero un trabajo fácil con entradas por encima de tus posibilidades, luego todo va creciendo en proporción a tu ansia de poder y de dominio y llega un momento que la maquina no se para no sabes donde están los limites del bien y del mal hace mucho tiempo que los perdiste de vista. Ahí corres el riesgo de pasar de ser el que mira hacia otro lado, tu alma aún tendría salvación, a ser el comprador, tu alma pasa a pertenecer directamente al diablo ya estas perdido,  lo compras y lo vendes todo sin distinción de género.
En ese preciso momento yo fui zarandeado por Dios me despertó con una limpieza de mi alma, enfermé para poder curarme. Ayer, el diablo me devolvió mi alma desde hoy me pertenece soy libre.
Yo vendí mi alma al diablo y no firmé ningún contrato con él.

3º RELATO

LA SIESTA

 Ayer me pasé el día durmiendo en mi sillón desde que salió el sol hasta que se puso. Me quedé dormido con la cabeza hacia la izquierda, me dolía el cuello, la giré hacia la derecha, cogí tortícolis y la puse hacia arriba con la boca abierta. Me despertó una mosca que se metió en mi boca y la escupí. De madrugada me Levante y me fui a la cama pero con mucho trabajo porque los pies y las manos se me habían quedado dormidos, me hormigueaban.
La noche fue un sueño reparador, la vida es como una larga siesta vas a la derecha o a la izquierda a veces llegas arriba pero allí también tienes que tragar cosas. Algunos andamos enteros y otros disminuidos pero todos vivimos porque siempre habrá un sueño reparador.


Mi mujer me ha dejado;  olvidé ponerme el día más frío los guantes que me hizo en sus clases de artes decorativas. Se llevó el premio al mejor diseño.
Se puso delante de mí abrió la ventana y los tiró.
La felicidad para ella, era verlos en mí.

4º RELATO


RASPAS Y TRIPAS DE PESCADO

Yo vivo en un barrio de Málaga, tenemos la plaza de toros, el castillo y la farola, desde mi terraza se ven los barcos que salen y entran al puerto, así se llama mi calle; calle Puerto y mi barrio La Malagueta.
En mí calle vive una señora muy mayor, donde ella va, le siguen una cantidad considerable de gatos, aunque mínima si la comparamos con los que tiene en su casa. Su portal se reconoce por los papeles de periódico esparcidos, en los que echa raspas y tripas de pescado, también por el olor característico a la orina de los gatos, es como si todos ellos quisieran marcar su territorio y no perderse el banquete diario que su anfitriona les prepara.
Esta mujer, tiene el estilo del que en su juventud tuvo belleza y medios para resaltarla. Siem- pre anda paseando con su cortejo felino, impecablemente arreglada y con todo detalle, pero no termina de lucirse por la corte que lleva tras de sí, que desluce y siembra la duda de su cordu- ra. El único atributo inapropiado de su apariencia, además de su séquito gatuno, es el timbre de su voz, que de ronco que es, si algún bebé se encuentra cerca de ella a la hora de entonarla provoca súbitamente el llanto desesperado del pequeño.
Cuando yo era pequeña, las familias eran muy tradicionales y ahora que ya no soy tan peque- ña, en algunas casas algo ha cambiado pero en la mayoría todo sigue casi igual, las madres cuidan de sus hijos, de la casa y de sus maridos, que por lo general se pasan el día trabajando. A la hora del almuerzo los maridos suelen venir a comer con el tiempo justo, los que lo hacen y las madres aprovechan para ponerles al día sobre los niños o las cosas del barrio, porque por las noches llegan tan tarde y tan cansados que no hay mucha conversación.
Un día mi padre llegó muy enfadado, decía que ya estaba harto, de ese fin de semana no pasa- ba; iría a ver a la señora de los gatos, él no pensaba pagar ni una sola vez más la pintura del coche, o dejaba de echarles comida o la próxima vez la pintura la pagaba ella. 
Estaba tan enfadado que seguro iba a liar una buena porque mi padre es un santo, pero por las malas da mucho miedo y en el barrio todos lo sabían, ya se las había tenido que ver con más de un caco y se había corrido la voz; allí no entraban. Hablé con mi madre, yo quería intentar solucionar- lo, además casi todos los coches estaban igual. La señora me resultaba muy interesante y así tendría una oportunidad para conocerla, mi madre accedió.
Quería ir a verla cuando tuviera una tarde sin colegio, quería preguntarle muchas cosas, en el barrio cada uno tenía una versión de su vida, algunas muy exóticas que hablaban de safaris en África y de amantes ricos, aunque realmente no sabía si iba a querer escucharme. El viernes a las seis de la tarde, me presenté en su portal, bastante nerviosa, llevaba todas las palabras en mi cabeza, toqué al timbre de su puerta y cuando oí los pasos que se acercaban para abrir, se me olvidó todo lo que tenía preparado para decirle.
Abrió la puerta, la tuve a pocos centímetros de mí, era muy diferente a la mujer que yo veía pasar cada día con sus gatos. Tenía una presencia que lo llenaba todo, por el momento había conseguido dejarme la mente en blanco, conseguí reponerme al primer vistazo y comencé a hablar.
Le explique el problema que tenían todos los vecinos con sus gatos, que rayaban la pintura de los coches, que mi padre estaba muy enfadado y que la única solución era que dejara de echarles de comer. Ella con una sonrisa tierna y muy confortable contestó un simple; no, eso no era posible, esos no eran sus gatos porque de ella eran todos los gatos del mundo y ningu- no a la vez. Yo me limito a echarles algo de comida, me dijo, si ellos tienen un problema con los gatos, lo tendrán que solucionar de otra forma.
Me dejó totalmente desarmada, si no eran suyos, que íbamos a pedirle. Me preguntó si tenía tiempo para entrar en su casa y escuchar una historia que me haría comprender la situación, yo tuve que disimular mi entusiasmo, no me lo podía creer, ¡entrar en su casa y conocer su historia! Si, si, le contesté y me colé detrás de ella rápidamente, por si cambiaba de opinión. Estaba boquiabierta, era como el interior de una mansión de esas que salen en las películas antiguas, con magnificas telas, fotografías de lugares exóticos, paisajes maravillosos y muebles muy elegantes. A pesar de tener muchísimas cosas para ser un piso, todo estaba perfectamente, cada cosa en su sitio, podría haber pasado horas mirándolo todo. Me invitó a tomar asiento en un pequeño sillón, fue a por unas pastas y dos vasos de agua, se acomodó en una hamaca de mimbre de un color indefinido de la gama de los verdes, que resultaba muy bonita. Con tú permiso voy a comenzar, me dijo ella, a lo que yo contesté que adelante.
Y esto fue lo que me contó:
- Cuando yo era pequeña la guerra civil hacía pocos años que había terminado, por todas par- tes había mucha pobreza, aunque yo no la sufrí; mi familia siempre ha sido una familia muy acaudalada, quizás ahora estemos en la época menos boyante. Voy a comenzar dándote una idea de cómo estaban las cosas por la ciudad.
La ciudad, tenía varias entradas y para poder entrar en ella, tenías que pasar por el fielato, en el que habitualmente con un buen soborno no tenías problemas. El soborno, es una herencia generalizada de cualquier guerra, que deja a la población sumida en la escasez, teniendo como recurso primario el contrabando. Al funcionario que le tocase trabajar en los fielatos, se le abría una gran oportunidad de ingresos extras, que muchos aprovechaban, en el caso de la en- trada oeste de la ciudad, este ingreso podía llegar a ser más suculento, pues allí llegaban los camiones procedentes de Gibraltar.
La entrada oeste de la ciudad era con diferencia la más oscura y gris de todas, donde se acu- mulaba la pobreza en barrios de trabajadores que se formaban alrededor de las fábricas que allí existían. Las grandes chimeneas y el humo imparable que escupían, no dejaban ver el resplandor del sol reflejado en el mar. El sol quedaba escondido por las nubes que viajaban incesantes hacia el horizonte sin dar un respiro.
Por las calles siempre se veían mujeres trapicheando con el pan o la pringue, eran como som- bras negras, la mayoría enlutadas por alguna pérdida, buscaban algo que llevar a casa. Las más afortunadas solo tenían que esperar a que sonara la sirena de su fábrica, pues cada traba- jador conocía el sonido correspondiente y a la llamada acudían a una jornada de trabajo dura e interminable en las fábricas que fundían plomo sin parar.
Los niños que no estaban empleados, recorrían las calles buscando restos de tabaco, hacían cigarrillos de colilla que luego vendían. A veces estos niños preferían formar corrillos, solían hacerlo cuando veían un gato cerca, estos gatos sin previo aviso se erizaban, salían corriendo y se estampaban contra el muro más cercano, como si el golpe los recolocara, continuaban andando y allí no había pasado nada. A los niños, esto les daba la oportunidad de pasar un rato divertido, apostar sus cigarrillos por el momento exacto en que algún gato saldría corriendo. Esto era debido a los gases de las fundiciones que envenenaban el aire.
Estos niños de la pobreza, la mayoría huérfanos, quedaban marcados por unas cabezas rapa- das con un pequeño flequillo, que dejaban colgando sobre la frente, intentando así que los piojos y las pulgas no se cebaran más de lo necesario. Siempre tenían que estar en plena vigi- lancia, pues ninguno de ellos quería ir a un orfanato donde tendrían algo de comida pero una total falta de libertad y siendo niños de la calle, como eran ellos, no estaban dispuestos a perder. Para que esto no les pasara disponían turnos en los que dos de ellos tenían que vigilar los extremos de la calle y dar el “kei”, su contraseña para avisar que venían los guardias, los re- conocían por sus trajes y zapatos.
Uno de estos niños que sobresalía por su inteligencia, viveza y rebeldía era hijo de madre sol- tera y la guerra lo dejó totalmente huérfano, con un hermano recién nacido; sordo y mudo al que por suerte acogieron unos tíos que solo tenían un hijo. Él no gozó de la misma suerte y a pesar de tener una familia muy grande, todos eran muy pobres y no podían hacerse cargo de una boca más. El patriarca de la familia, su abuelo, intentaba que no se convirtiera en un maleante, hablaba con alguna de sus tías para que se hiciera cargo de él pero siempre resultaba infructuoso pues el carácter rebelde del niño y la dejadez de sus parientes empujaban a este pequeño a volver a la calle, donde se desenvolvía bastante bien. Toda su familia se dedicaba al estraperlo y acostumbrado al tejemaneje, no solía tener problemas para comer a diario.
Estos niños sabían que si salían de sus barrios se arriesgaban en exceso a que los cogieran para llevarlos al orfanato. Él, aún a sabiendas de esto, cada mañana intentaba ir a ver la bicicleta con la que soñaba cada noche para dormirse. Estaba expuesta en un escaparate de una tienda de juguetes en un barrio más pudiente de la ciudad, solía pasar un buen rato cada día mirando y grabando cada detalle de la bicicleta, cuando sospechaba que venía alguien salía corriendo y volvía a la realidad de su barrio.
Una mañana, fue muy diferente, cuando llegó a ver su escaparate, la bicicleta ya no estaba allí, en vez de irse anduvo hacia la calle principal de la ciudad, invadido por una rabia que no conocía, observaba las diferencias que existían entre las familias que paseaban por aquella bonita calle, pudo ver que los niños que por allí andaban con sus niñeras vestidas de uniforme y bajo la atenta vigilancia de sus padres, tenían un bonito pelo. Él, que aún no sabía como era su pelo se sorprendía de las bonitas melenas que lucían las niñas.
Una niña le llamó la atención en especial, era una niña preciosa con un pelo castaño y unos ojos almendrados color miel, tendría más o menos su misma edad, rozarían los ocho años, pero estaba muy sorprendido de la tristeza que reflejaba su carita, por alguna extraña razón no podía dejar de mirarla, sentía su tristeza y estaba realmente sorprendido, parecía tener todo lo que a él le haría feliz, por el contrario reflejaba un dolor que no comprendía. Tampoco entendía porque le había llamado tanto la atención esa niña, no podía dejar de mirarla. Sentía la necesidad de consolarla, pero sabía que no podía acercarse a ella, había una línea invisible que los separaba, su diferente status social no le permitía estar cerca de ella. Ensimismado en esos nuevos sentimientos que lo invadían y con la mirada fija en ella, no se dio cuenta de que su fiel acompañante, un pequeño gato que solía llevar en el interior del bolsillo de su jersey había salido corriendo hacia la pequeña. Era una bolita blanca que le daba calor y mucha compañía.
A la niña se le iluminó la carita al verlo, se agachó para cogerlo, pues su madre días antes de fallecer le prometió que tendría un gatito, esto significaba para ella que su mamá aún estaba ahí y había traído ese gatito. Su padre que vigilaba a cierta distancia su paseo, actuó rápida- mente quitando de una patada al gato de su lado, a la vez que exclamaba que no tocara a ese gato lleno de pulgas. El gato volvió con su amigo y de un salto se metió en el bolsillo, el pe- queño reculó para no dejarse ver por el padre, que parecía tener muy mal carácter y no quería arriesgarse, pero continuó mirando. Observó como la expresión de la niña volvió a reflejar la tristeza que tenía anteriormente. Por un momento la niña lo vio, y se quedo mirando la cabeci- ta del gato que sobresalía del bolsillo, él sintió la necesidad de consolarla, hacerla feliz, ver en su cara una sonrisa como la que había visto momentos antes. Cuando el gato se le acercó, valiente como era y haciendo gala de una gran nobleza fue corriendo hacia la niña y aprovechando que el padre se alejó para ordenar a la niñera que volvieran a casa, metió al gato en el bolsillo de su abrigo, ésta, se apresuro a esconderlo para que no lo descubrieran y miró al niño con la sonrisa mas dulce y luminosa que él jamás había visto. Se sentía bien, sentía la felicidad y el poder de hacer el bien, hacer que alguien se sintiera afortunado gracias a él, esa sensación no lo abandonaría jamás en su vida, de hecho lucharía toda su vida para sentirse así.
La pequeña estaba deseando llegar a casa y esconder a su gatito allí, sabía que tendría más posibilidades de conservarlo si llegaba a casa con él, ya que su tía Carmen, lucharía para que se lo quedara.
De nuevo, como días anteriores, empezaba a encontrarse cansada, la calle adoquinada que llegaba a su casa se le hacia eterna, cada paso que daba la hacia toser y el sudor frío le invadía la frente, veía los carros transportando los alimentos llevados por hombres y ella quería ir subida en uno de ellos para poder descansar, pero su padre no lo hubiese permitido.
El agotamiento era extenuante y si alguno de los dos le hubiese prestado un poco de atención, se hubiesen dado cuenta enseguida de que estaba a punto de desfallecer, pues su color de piel estaba cambiando por momentos, poniéndose violeta por la falta de oxígeno.
Su padre, desde que murió su madre estaba muy ocupado haciendo carantoñas y queriendo meter sus manos por dentro del uniforme de la niñera, intentando que nadie se diera cuenta aprovechaba los paseos en los que estaban solos. Ella lo veía todo, veía como trataba mal a la niñera para que no sospecharan su abuela y su tía, con las que vivían, pero en la calle todo cambiaba.
Para ella, hoy era diferente, tenía el regalo de ese niño que había sido tan bueno con ella, el gatito que su mamá le prometió y se sentía feliz, ahora sabía que su mamá estaba con ella, aunque no pudiera verla e incluso el cansancio se hizo más llevadero, pero poco antes de lle- gar al portal de la casa, estaba tan atrás por el agotamiento, que no veía a su padre. Él había conseguido llevar su mano al sitio que buscaba desde el principio, una de las partes intimas de la niñera y en ese preciso instante la pequeña perdió el conocimiento, cayó al suelo con la manita en el bolsillo de su abrigo, para que su regalo del cielo no se le escapara.
Al oír el alboroto de la gente que por allí pasaba, el padre sacó su mano de donde estaba y volvió rápidamente a buscar a la niña, al llegar donde se arremolinaba la muchedumbre, pudo verla tirada en el suelo. Por suerte estaba con vida, aunque sus pulmones apenas le funcionaban y se apresuró a cogerla en brazos subiéndola a la casa.
De muy mal genio, mandó a la niñera a buscar un médico. Más tarde, le echaba la culpa por no haber cuidado de la niña, ese era su trabajo y no tentarlo a él, como si fuera una cualquiera, ella pidió perdón, no quería perder el trabajo y la oportunidad de tener un hombre que la mantuviera, ese había sido su verdadero propósito. Desde que la madre de la niña murió, le sorprendió lo fácil que le estaba resultando, aunque no sabía en aquel momento que lo acabaría pagando caro.
Mientras tanto, la abuela de la niña lloraba junto a su cama y la tía se apresuraba a traer paños de agua fría para intentar bajarle la fiebre. Nadie parecía haberse percatado de que el gato seguía allí, metido en el abrigo de la niña aunque a todos les parecía raro, un extraño gesto que la niña hacía con la mano, como si buscara algo, pensaron que se trataba de delirios por las altas temperaturas, pero en los momentos en los que le venía un poco de conciencia, le intentaba explicar a su tía que por fin tenía su gatito, que se lo había mandado su mamá y tenía que estar junto a ella, era muy importante. Aunque a la niña le parecía estar hablando bien con su tía y que la entendía, lo cierto era que su voz apenas salía del cuerpo y su tía no podía comprender lo que la niña intentaba decirle.
Por fin llegó el médico, nada más verla y por su avanzado estado de la enfermedad no tuvo dudas, era una tuberculosis y no tenía cura, les sugirió que llamasen al párroco, rezaran y se despidieran de ella. La abuela, era un mar de lagrimas y sollozos, con suspiros, lamentos y gritos sordos pedía a Dios que no le arrebatara lo único que le quedaba de su hija y rápidamente se fue a buscar al párroco, encendiendo todas las velas que pudo al llegar a la iglesia y rogando a Dios por el camino.
Su tía se recostó con ella en la cama, la abrazó y besó todo lo que pudo, la niña pareció mejorar por unos segundos y pudo pedirle, que le dejara abrazar a su gatito. Quería tener ese trocito de su madre ahora que la necesitaba tanto. Su tía se apresuró a cogerlo del abrigo, estaba acurrucado para que no pudiesen verlo, lo puso al lado de la pequeña que sonrió cuando el gatito se hizo una bolita junto a ella, por un momento pareció mejorar, pero solo fue una ilusión, pues la fiebre no remitía y la tos tampoco.
El padre, que se lamentaba en la habitación contigua, quiso ir a dar el último adiós a su pequeña, al entrar quedó sorprendido al ver al gato junto a la niña, pero no pudo quitárselo, sabía lo mucho que ella deseaba un gato y por lo menos eso la reconfortaría. Se arrodilló a su lado, lloró como un niño y le pidió perdón, la besó, la abrazó fuertemente y se fue de la habitación.
La niñera, que llegaba en ese momento de buscar a la abuela y al párroco, se dirigió a la habitación en la que se encontraba el padre, quería consolarlo, pero cuando se acercó a él, éste descargo toda su rabia y su ira contra ella, la hacía culpable de todo lo que estaba pasando y no pudo contenerse, con todas sus fuerzas le pegó e insultó, hasta que se quedó totalmente exhausto por el agotamiento y el dolor que sentía por su pequeña. Ella lloró amargamente, le suplicó perdón y rezó para no perderlo, había sido negligente y ahora lo pagaba por partida doble, perdería a la niña y al padre, pero no fue así, él la miró estaba de rodillas llorando, se agachó, la abrazó fuertemente y le pidió perdón, jamás volvería a hacerle daño, siempre la protegería, siempre estaría con ella, esa fue su promesa, ella respiró tranquila, sin saber que lo que deseaba y había conseguido, sería la cárcel de su vida pues el lo hizo todo menos lo que prometió.
El párroco y la abuela llegaron a la casa a tiempo, fue guiado hasta la habitación de la niña, para darle la extremaunción, todos comenzaron a rezar por su alma que estaba a punto de partir.
La pequeña, tenía una expresión de calidez en el rostro, impropio del avanzado estado de la enfermedad, el médico les había dicho que no vería la noche, de momento pensaron que se trataba de la mejoría del moribundo. La niña pasó la noche acurrucada con su gatito, que no se separó de ella para beber ni para hacer sus necesidades, algo que le extrañó a su tía que estaba muy contenta de ver un nuevo día junto a su sobrina, lo único que le quedaba de su hermana.
La niña mejoraba y su gato seguía sin apartarse de ella ni un segundo, conforme ella iba recuperándose, poquito a poco, el gato se iba apagando cada vez más. Todos observaban incrédulos el acontecimiento, ese gato parecía haberse propuesto absorber la enfermedad, para que ella se curara y así fueron pasando los días. El médico que visitaba a la niña les comunicó a los familiares que podían estar seguros de haber vivido un milagro, jamás había visto una cosa igual, la niña estaba teniendo los estertores de la muerte cuando él le diagnosticó la enfermedad, era totalmente imposible que se salvara.
Así, ese pequeño con su bondad y valentía, dio a la niña, el regalo de la vida, pues el gato, absorbió la enfermedad, hasta el punto de morir en aquella cama. El mismo día, en que la niña totalmente repuesta se levantó, el pequeño gato dio su último suspiro. Al mismo tiempo en el otro extremo de la ciudad, el niño, por fin era acogido por su tío, podría vivir con su hermano y tendría su propia familia, lo único que realmente deseaba.
Esta es la historia que me contó, no se el tiempo que estuvimos allí, pero cuando terminó se había hecho de noche, yo me había terminado todas las pastas, fue una tarde increíble. Lo mejor, la niña de la historia era ella, y aquella vez no fue la única que los gatos hicieron de guardianes de su vida. Estaría dispuesta a contarme el resto de las historias si yo volvía a visitarla. Comprendí perfectamente su devoción por los gatos, lo mínimo que ella podía hacer por ellos es darles algo de comer y así se lo intente hacer ver a mis padres que no lo comprendieron. Yo en lo único que pensaba, era en el próximo viernes que saldría corriendo para escuchar otra historia.


5º RELATO

LA TERCERA GUERRA MUNDIAL O EL FIN DEL MUNDO


Muchos seres están asustados temerosos de una tercera guerra mundial que dicen que está por llegar, pero no se paran a pensar que estamos totalmente inmersos en ella. Es otra clase de guerra es una guerra que nos destruye desde los cimientos, ha podrido la base en la que todo debe sustentarse nadie se fía de nadie a cualquier nivel y es la ambición la que domina. América le ganó el pulso a Rusia después  Afganistán, Irak etc.... Alemania y Francia están inmersos en su propio pulso, España da saltos intentando colgarse de alguno de los grandes e Inglaterra se cree por encima de todos ellos. Así podría seguir por todo el mundo y por supuesto, las revueltas del mundo árabe que no termina de conseguir una poca de democracia.
Vivimos en una gran mentira que nos ha hecho esclavos, creemos todo lo que nos cuentan con imágenes que muchas veces están trucadas, hemos conseguido que una gran cantidad de fauna desaparezca para siempre de nuestro planeta y también hemos estabulado a la  mayoría de la población en grandes ciudades de hormigón, donde se nos ceba donde el envenenamiento por los materiales tóxicos de las construcciones y los químicos de los alimentos nos mata, lenta y progresivamente. Al estar como en un zoológico privados de vivir en contacto con la naturaleza que es la única que nos puede dar el equilibrio, siempre estaremos perdidos. Momentáneamente encontramos pequeñas satisfacciones en el consumo pero muy efímeras, eso nos hace querer más y llega la ambición y la codicia. Así llegamos a tener el problema de la pescadilla que se muerde la cola.
No sabemos lo que comemos, el dinero es el dueño y señor del mundo pero como tal  no nos sirve de nada, no lo podemos comer no nos abriga no nos produce orgasmos no nos ayuda a reproducirnos no nos puede quitar la sed y siempre necesitamos más, tengamos la cantidad que tengamos. Sin embargo, no podemos vivir si no lo tenemos dependemos de los números.
Nuestra vida se basa en una continua base de datos numéricos ha perdido toda la magia y el embrujo que pudiera tener en sus inicios, cuando  nuestra vida era en plena naturaleza.
Entonces estaba regida por la luna y el sol, los solsticios, las mareas, los vientos, las estrellas, las tierras altas y las tierras bajas, que diferente y mágico seria nuestro mundo si escuchásemos y conociésemos nuestro medio; la tierra, la que nos lo proporciona todo. Ciertamente si tener una vida numérica nos hiciera feliz y hubiese sido la solución a todos los problemas de la humanidad estaría genial, seria fantástico pero eso esta muy lejos de la realidad. Esos números nos han llevado a la mayor crisis mundial conocida y además mientras a nosotros los países desarrollados nos sirvió y vivimos tranquilos en nuestra burbuja, fuera de la realidad de nuestra tierra la que nos alimenta, a otros muchísimos países los sumió en la más grande e inhumana miseria, por nuestra ansia de consumo.
Esto me recuerda a la situación vivida durante siglos en mi tierra Andalucía, la del señorito andaluz, en la que para que unos pocos ricos vivieran bien se explotaba a todo el pueblo. Pues lo inimaginable lo hemos conseguido nosotros, erradicar esa situación de unos pocos lugares de la tierra y hacerla vigente a nivel mundial, para que el primer mundo viva por encima de sus posibilidades el tercer mundo tiene que vivir en la miseria y luego nos sentimos bien por las migajas de ayudas que les damos.
La convivencia con los animales y en la naturaleza es lo único que nos puede salvar como especie, que los niños sean conscientes de lo que son y de lo importante que es que cuiden su medio. La situación que vivimos es comparable al que deja que su casa se venga abajo, la destroza y después se lamenta porque no tiene donde vivir.
Así será nuestro futuro no tendremos donde vivir porque lo habremos destrozado, la solución es conocer nuestro medio para amarlo y salvarlo.
Todo lo establecido no vale por ese único hecho, es absurdo seguir normas sin cuestionarlas porque hace siglos que son así.
Podemos cambiar, siempre lo hemos hecho.

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